En nuestros días se sabe con total certeza que el consumo del tabaco es totalmente perjudicial para la salud, independientemente de la cantidad de cigarrillos al día consumidos o la edad. Estos daños alcanzan también a los fumadores pasivos, quienes se ven perjudicados por la exposición al humo. “el tabaquismo pasivo incrementa un 30% el riesgo de padecer infarto y cáncer de pulmón en los no fumadores; aumenta particularmente los problemas de salud en los niños incluyendo principalmente las afecciones respiratorias, infecciones del oído y síndrome de muerte súbita en el lactante”. Pero es importante resaltar que al dejar de fumar hay beneficios inmediatos y a mediano y largo plazo.
Las alteraciones en el organismo de los fumadores activos no son menores ya que las dolencias que se pueden sufrir desde el momento que se comienza a fumar son: alteraciones respiratorias, trastornos de la conducta, cansancio y menor rendimiento escolar en el caso de adolescentes. Luego se suman: alteraciones reproductivas, cánceres de pulmón, de laringe, de esófago, de estómago, de páncreas, de cuello de útero, de vejiga y de riñón. Aparecen enfermedades respiratorias, circulatorias y digestivas, entre otras. Igualmente, los fumadores pasivos se ven afectados también, por diferentes patologías similares a las expuestas anteriormente. Los datos estadísticos son alarmantes y confirman al tabaquismo como una epidemia. El 22% de la población adulta argentina fuma y se producen 40.000 muertes anuales en el país; de las cuales 6.000 son de fumadores pasivos. La buena noticia es que es posible dejar de fumar, con tratamientos que abarcan la farmacología, la psicología y la nutrición.
Existen medicaciones y apoyos necesarios para que dejar de fumar sea más fácil. El tratamiento farmacológico tiene el doble de posibilidades de éxito que intentar dejar de fumar por uno mismo. Hay que tener en cuenta que esta enfermedad es crónica y que puede repetirse. El problema no es dejar de fumar, sino no volver a hacerlo más. El periodo de los tratamientos, dependiendo de las personas, oscila entre los 3 meses y un año y pueden ser acompañados por terapia psicológica, ya sea individual o grupal.
Para dejar de fumar es importante, además, tomar conciencia de que el tabaquismo es un verdadero problema: “reconocerlo es parte de la solución” y nunca se debe olvidar que genera dependencia física, psíquica, gestual y social.
Actualmente, los tratamientos para dejar de fumar abarcan también el ámbito nutricional. Está probado que los fumadores suelen tener hábitos alimentarios poco saludables. Predominan el consumo de grasas, colesterol, condimentos, alcohol y menor incorporación de frutas y vegetales. Hay que resaltar que el café y el alcohol, no ayudan a dejar de fumar. Desde el abordaje nutricional, el objetivo es cambiar estos consumos y proponerle al paciente un plan alimentario diferente. La actividad física es un complemento fundamental. En definitiva, la clave es proponer estilos de vida saludables: con una dieta equilibrada y con la incorporación del ejercicio físico para dejar atrás el cigarrillo.